El rigor de la alegría
“Uno de los medios de expresión más elocuentes que utilizan todos los periodos son las letras. Éstas, junto con la arquitectura, suelen ofrecer la imagen más particular de una época y el testimonio más riguroso del nivel de un pueblo”.
Esto lo decía Peter Behrens, y Jan Tschichold lo cita en su imprescindible
El Abecé de la buena tipografía. Lo cita para criticar la gramática de Behrens y mostrar una página de anuncios de prensa de 1960 sentenciando: “¿El testimonio del nivel de evolución de un pueblo, el espejo de una cultura? Con esto tenemos que estar lavándonos las manos continuamente.”
Ahora, que nos vamos lavando las manos a cada poco, sigue vigente tanto la premisa de Behrens como las dudas de Tschichold. La única diferencia es que las tipografías que marcan nuestro “nivel”, vienen por defecto en el sistema operativo de nuestro ordenador casero. Ese paradigma democratizador, pero a la vez homogeneizador de la tipografía es con lo que han de lidiar quienes hoy hacen letras.
Una monografía prospectiva
El Festival Blanc!, dentro de la programación del Blanc Orígens, dedica una exposición a las letras, las letras de Laura Meseguer. La primera diseñadora a la que le exponen. Meseguer está en plena evolución, así que queda descartada una retrospectiva, diría que es una monografía prospectiva. Digo prospectiva porque la manera en que Eider Corral, la comisaria, plantea la exposición, es más de mirada hacia delante que hacia atrás.
El análisis del trabajo tipográfico de Laura Meseguer que Corral hace se centra en algunos aspectos que me parecen relevantes y con los cuales coincido. En primer lugar, pone de relieve el carácter relacional de sus tipografías, de su práctica profesional. Como tantas otras y otros, Meseguer es uno de esos estudios unipersonales. Eso, lejos de aislarla, la ha obligado a generar una red de complicidades, colaboraciones y sinergias que solo son posibles guardando el ego creador en el cajón de abajo. Esta práctica, donde el resultado es mucho más que sus partes y no se basa en el personalismo de la autora, quizás está influida por otro de los puntales de su carrera, la transmisión e intercambio de conocimiento en el corazón de las prácticas docentes. Esta docencia está influenciada por su experiencia en La Haya donde desarrolló un máster en tipografía (Type and Media) y que fue un salto importante en su formación.
Hay quienes defienden que un maestro es aquel que, poseedor de una gran cantidad de información, la transmite a sus alumnos. Es una idea muy arraigada, socrática, diría, muy masculina. Por el contrario, hay quienes piensan que en los espacios de aprendizaje se debe generar conocimiento, entre los estudiantes y los maestros. El maestro tiene experiencia y conocimiento, cierto, pero actúa más como mediador y acompañante que como gurú. Ese tipo de prácticas son las que definen el trabajo docente de Laura Meseguer. De esas prácticas surgen trabajos, colaboraciones y enriquecimiento mutuo. Que la comisaria de su exposición fuera, hace un tiempo, su alumna, certifica esa relación horizontal en su docencia, sin roles predefinidos. Poniendo un ejemplo un tanto forzado: si los proyectos fueran partos, Meseguer sería más una Doula que una especialista en Obstetricia. Tipo-g, su actual proyecto educativo, hecho desde la colectividad y pensado para el acompañamiento y crecimiento de sus alumnos, es una buena muestra de ello.
El trabajo colectivo como rasgo de género
Esa mirada de género, que después me gustaría volver a abordar, también está presente en la idea de la socialización creativa que Eider Corral pone de relieve. La idea de la “figura cultural”, ajena a su entorno, genio solitario y a menudo incomprendido (tremendamente masculina) se substituye por la creación colectiva, el intercambio de experiencias. Una creación en femenino deja espacios a procesos colegiados, integrales y colectivos. En muchos de sus proyectos se puede ver esa idea de la conexión. Como ejemplos, la colaboración desde hace más de 20 años en Type-Ø-Tones, junto a un imprescindible Josema. Solo desde la idea de lo común y lo colectivo y desde una perspectiva postcolonial es posible un proyecto intercultural como Qandus. Su trabajo con el diseñador de Beirut Kristyan Sarkis, afincado en Ámsterdam, y Juan Luis Blanco de Zumaia para crear una tipografía multilingüe, que incorpora los alfabetos latinos, árabes y tifiinagh, establece un diálogo y una colaboración sin protagonismos ni personalismos.
Caligrafía tipográfica, tipografía caligráfica
En el libro La Mano que piensa, el arquitecto finlandés Juhani Pallasmaa, dice:
“El ojo y la mano colaboran constantemente; el ojo lleva a la mano a grandes distancias, y la mano informa al ojo en la escala íntima”.
Creo que es una buena forma de entender la relación que establece Laura entre la caligrafía y la tipografía. El ojo le lleva por el rigor metodológico y la generación de sistemas complejos. La mano a mimar los detalles al límite, como si estuviera trabajando a una escala mucho más íntima y cercana. Así, podemos pasar del sistema mutante y adaptable de la familia Sisters a la coquetería retro de Rumba. También a partir de ese punto, entre ojo y mano, define su trabajo en House Industries, con Ken Barber y Ben Kiel, de donde sale la tipografía Girard Sansusie.
La caligrafía, además, la acerca al lettering que le permite generar logotipos ad hoc. En la exposición veremos algunos de los que ha hecho a lo largo de su carrera y como partiendo de lo singular del trazo, se llega a la identificación de la marca. La relación entre el ojo, la mente y la mano fluye aquí con una rapidez que a quien conoce su trabajo se le hace evidente con logos juguetones como Fearless Girl o la cabecera para el periódico holandés Het Parool.
Alegría y rigor
La idea de género subyace en todo su trabajo, no con una militancia de grito, sino introduciendo en un entorno masculinizado una bomba de relojería, la alegría. Algo así como cuando Zuzana Licko hace saltar por los aires el dogmatismo del tardomodernismo con Emigre, la revista que crea junto con Rudy VanderLans. Y lo hace, no desde una posición agresiva sino desde la diversión de la variedad, que ofrecen los recién salidos programas de creación digitales. Los apolíneos seguidores de la escuela suiza se escandalizaron, no solo porque replanteaba los principios de la tipografía, sino que parecía disfrutar con ello, sin acritud. Laura Meseguer es hija de la postmodernidad, de eso no cabe duda. Su mirada hacia la tipografía vernácula que podemos ver en su muro de Instagram refleja esa falta de complejos y esa alegría de descubrir genialidades del pasado sin renunciar en ningún momento a metodologías rigurosas.
Demasiado a menudo, el creador sesudo, permanentemente “preocupado” como si estuviera inventando la rueda cada semana, es una imagen que ha marcado el estereotipo del diseño. Ante eso, Louise Fili, Paula Scher, incluso Irma Boom suelen mostrarse afables, felices. Imagino la incomodidad de los diseñadores “serios” ante tanta alegría. La tentación de descalificarlas como frívolas es inmediata. Pero, en todos esos casos y en el de Meseguer también, hay un logro mucho más difícil que mantener la coherencia desde el ascetismo espartano de Müller-Brockmann: aplicar rigor, método, eficacia y coherencia en la exuberancia y la diversidad. Obviamente, esa mezcla del “seny i la rauxa” no es patrimonio de las diseñadoras; algunos de los referentes de Meseguer, desde Paul Rand a Cyrus Highsmith, tienen esa frescura lúcida y eficaz. Pero quizás sí es un rasgo definitorio de las mujeres diseñadoras que ese equilibrio dificilísimo se lleve con absoluta naturalidad y sin aspavientos de genio incomprendido.
Termino con una frase que Eider Corral cita en su documento de trabajo. La frase es de la monja diseñadora Sister Corita:
“El proceso consiste en enseñar, aprender, crecer y hacer cosas para hacer del mundo un lugar mejor. Tanto si ese mundo está dentro de ti o es tan grande como el infinito”.
Para mí, el mundo de las letras de Laura Meseguer se extiende más allá de lo que alcanza la tipografía sistematizada y más allá de lo que alcanza el lettering personal, es ese mundo complejo pero inmenso entre la alegría y el rigor.
Oscar Guayabero
Paradiseñador y curador
Noviembre 2020
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